¿Cómo te afecta la guerra comercial de Trump aunque no seas inversionista en la bolsa?
- guizarnoehmi
- 8 abr
- 3 Min. de lectura

La semana pasada, Donald Trump sacudió el tablero global al anunciar una batería de aranceles sin precedentes. No se trató de una amenaza vaga o de un movimiento simbólico: el golpe fue real, inmediato y dejó huella. En solo dos días, el índice S&P 500 de Wall Street se desplomó un 10%, una caída tan fuerte como la que vivimos durante lo más crudo de la pandemia en 2020. Y el efecto dominó no se hizo esperar: las bolsas mundiales también se tiñeron de rojo.
Lo inquietante no es solo la magnitud de los aranceles, sino lo que representan: una apuesta arriesgada, justificada por Trump como una “medicina” necesaria. Pero esa medicina tiene efectos secundarios que ya se sienten, y no solo entre inversionistas. De hecho, incluso si nunca has comprado una acción en tu vida, este movimiento puede terminar afectando directamente tu bolsillo, tu trabajo y hasta tus planes de futuro.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo dejó claro: lo que viene es una subida en los precios de alimentos, medicamentos y transporte. Nada menor. El problema es que este tipo de medidas no se quedan en los despachos políticos ni en los gráficos de los analistas financieros; acaban filtrándose en cada rincón de la vida cotidiana.
Las grandes empresas ya están reaccionando: cancelación de pedidos, cambios en cadenas logísticas, aumento de costos. Y lo peor es que, como explican economistas como Pablo Gil, los países más pobres serán los más golpeados. Aquellos que dependen de exportar sus productos a EE.UU. se encontrarán con un muro más alto y más difícil de escalar.
Pero ¿por qué nos debería importar a quienes vivimos lejos del parqué financiero? Porque la bolsa funciona como un radar: detecta posibles tormentas antes de que lleguen. Los inversionistas leen entre líneas los indicadores de empleo, inflación, tipos de interés... y si ven nubes negras en el horizonte, se preparan. Lo que vimos con esta caída masiva es, en esencia, una señal de alerta: vienen tiempos complicados.
Y esas señales nos terminan afectando a todos. Por ejemplo, si tienes un plan de pensiones —público o privado—, es muy probable que parte de ese dinero esté invertido en mercados bursátiles. Cuando caen, tu ahorro también puede verse comprometido. Claro, es un proceso a largo plazo, y los expertos insisten en no entrar en pánico. Pero no se puede ignorar que hay impacto.
El empleo también entra en juego. En sectores exportadores como el de las cerveceras europeas, ya se calcula una posible pérdida del 10% de los empleos por la baja demanda. Menos ventas significa menos producción, y eso lleva directamente a recortes de personal. No importa si trabajas o no en ese rubro: lo mismo puede pasar con cualquier industria sujeta a aranceles.
Además, cuando la economía entra en modo “desconfianza”, la gente deja de gastar. Se cancelan viajes, se posponen compras grandes, y se prioriza lo básico. Es algo casi instintivo. Como dice el analista Víctor Alvargonzález, “la economía es un estado de ánimo”. Y cuando el ánimo se desploma con la bolsa, todos nos volvemos más cautelosos. La Reserva Federal lo respalda: si el patrimonio de una familia cae 10%, el consumo baja al menos 0,3%.
Y para rematar, está el crédito. Los bancos, al ver este panorama incierto, se ponen más estrictos para otorgar préstamos. Esto frena a las empresas que necesitan crecer o simplemente mantenerse a flote, lo que se traduce en menos empleo y menos oportunidades. También golpea a quienes necesitan un crédito personal, una hipoteca, o incluso un préstamo para estudiar.
Comments