El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha proclamado que la tasa de homicidios en su país ha alcanzado un nivel histórico, reduciéndose a cifras de un solo dígito en el promedio diario de homicidios. Según datos recientes, el país cerró agosto de 2024 con un promedio diario de solo 0.58 homicidios, lo que se traduce en menos de dos homicidios por cada 100,000 habitantes al año, una de las tasas más bajas en el hemisferio occidental. Este logro se atribuye a las estrictas medidas de seguridad implementadas por su gobierno, particularmente el Plan Control Territorial y el régimen de excepción, vigente desde 2022.
Desde la adopción del estado de excepción, El Salvador ha vivido más de 700 días sin homicidios, un hecho sin precedentes en una nación que fue considerada una de las más violentas del mundo. Sin embargo, mientras que muchos ciudadanos han aplaudido la caída en los índices de criminalidad, organismos internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han criticado duramente las medidas por las numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos. Detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas han sido señaladas como consecuencias de este enfoque punitivo, lo que genera un debate sobre el costo humano de esta seguridad.
Para Bukele, los resultados son claros: la violencia pandilleril que una vez aterrorizaba a las comunidades ha sido controlada, aunque para los críticos, la represión ha transformado el miedo a las pandillas en miedo al Estado.
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