
La relación entre México y Estados Unidos sigue en un punto clave, con el gobierno de Claudia Sheinbaum recibiendo tanto elogios como advertencias por parte de funcionarios estadounidenses. Mientras los secretarios de Comercio y Estado, Howard Lutnick y Marco Rubio, destacaron la cooperación en temas arancelarios y de seguridad, el futuro embajador de Washington en México, Ronald Johnson, dejó claro que la presión para endurecer las medidas en la frontera seguirá siendo una prioridad.
Uno de los puntos más tensos en la agenda bilateral ha sido el tema de los aranceles. Lutnick reconoció la actitud mesurada de México y Reino Unido al no responder con represalias ante los gravámenes del 25% impuestos por Estados Unidos al acero y aluminio. Según el funcionario, este tipo de postura será recompensada con un "mejor trato" en el futuro. En una entrevista con Bloomberg TV, dejó en claro que la administración republicana no tolerará represalias económicas y que cualquier país que intente desafiar las políticas comerciales de Trump enfrentará consecuencias.
Por su parte, Marco Rubio, secretario de Estado, reconoció avances en la cooperación con México en materia migratoria y de seguridad, aunque subrayó que la lucha contra el narcotráfico sigue siendo un desafío pendiente. En una entrevista con Fox News en español, afirmó que nunca antes se había visto un nivel de coordinación como el actual, pero que el problema sigue latente y afectando directamente a los ciudadanos estadounidenses. Según Rubio, la corrupción dentro del sistema judicial mexicano sigue siendo un obstáculo para una colaboración más efectiva, aunque destacó que la reciente extradición de 29 capos del narco representa un paso importante.
Los elogios a México no solo vinieron desde el ámbito económico y de seguridad, sino también desde el futuro representante diplomático de Estados Unidos en el país. Durante su audiencia de confirmación en el Senado, Ronald Johnson destacó que las acciones del gobierno de Sheinbaum para blindar la frontera han sido contundentes, mencionando el despliegue de 10 mil elementos de la Guardia Nacional y la aceptación de deportaciones masivas. Sin embargo, dejó entrever que Washington no descarta tomar medidas más agresivas si considera que la seguridad de sus ciudadanos está en riesgo. Cuando se le preguntó si apoyaría operaciones militares en suelo mexicano sin el consentimiento del gobierno, Johnson respondió con cautela, pero advirtió que "todas las cartas están sobre la mesa".

Este tipo de declaraciones refuerzan la postura de la administración estadounidense de seguir utilizando la presión comercial y diplomática como herramienta para forzar acuerdos en temas clave como la migración y el narcotráfico. Mientras en Washington se reconoce la disposición de México a colaborar, también queda claro que el gobierno de Sheinbaum deberá seguir navegando entre exigencias económicas y de seguridad que, en muchos casos, colocan al país en una posición incómoda.
El mensaje desde Estados Unidos es claro: hay reconocimiento para los esfuerzos de México, pero también una advertencia de que cualquier desviación del camino trazado por Washington podría traer consecuencias. La relación bilateral entra en una fase en la que la diplomacia y la presión van de la mano, dejando a México en un delicado equilibrio entre cooperación y soberanía.
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