La esquizofrenia: un enemigo silencioso que aún comprendemos a medias
- guizarnoehmi
- 25 feb
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Hablar de esquizofrenia es entrar en un territorio lleno de mitos, dudas y muchas veces, desconocimiento. Este trastorno mental es una de las condiciones más severas que pueden afectar a una persona, obstaculizando su funcionalidad en la sociedad, en el trabajo, en la escuela y hasta en sus relaciones personales, según lo indica la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo preocupante es que los adolescentes son el grupo más vulnerable a desarrollarla.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos (NIMH), la esquizofrenia suele manifestarse entre los 16 y los 30 años, generalmente después de un primer episodio de psicosis. En niños pequeños es muy poco frecuente. En el caso de las mujeres, los diagnósticos erróneos son comunes y, además, existen estudios que sugieren un vínculo entre esta enfermedad y un mayor riesgo de cáncer de mama, posiblemente debido a ciertos medicamentos empleados en su tratamiento.
El desarrollo de la esquizofrenia no es igual para todos. Hay factores que pueden agravar su evolución, especialmente en hombres, como antecedentes familiares, un inicio temprano de síntomas y el consumo de sustancias. Antes de que el diagnóstico sea evidente, ocurre un periodo conocido como prodrómico, en el que los cambios en el pensamiento y el comportamiento son sutiles y muchas veces pasan desapercibidos. Entre los signos más notorios están la pérdida de contacto con la realidad, pensamientos confusos, alucinaciones y delirios.
Más allá de sus efectos directos en la mente, la esquizofrenia también impacta físicamente. Datos del Global Burden of Disease de 2019 muestran que entre 1990 y 2019 la prevalencia de este trastorno y la discapacidad asociada aumentaron un 65%, con una reducción en la expectativa de vida de hasta 14.5 años. Entre las enfermedades que suelen aparecer junto a la esquizofrenia están la diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares y enfermedades hepáticas. Además, las personas que la padecen tienen un mayor riesgo de desarrollar demencia, enfermedades respiratorias e incluso psoriasis.

Uno de los principales desafíos en el tratamiento de la esquizofrenia es el efecto secundario de los medicamentos. Aunque los antipsicóticos actuales actúan sobre los síntomas más notorios, como las alucinaciones y los delirios, tienen poco impacto en síntomas como la anhedonia (incapacidad de sentir placer), el aislamiento emocional y las alteraciones cognitivas. Además, el aumento de peso, la sedación y los problemas motores hacen que muchas personas abandonen el tratamiento, lo que provoca recaídas frecuentes.
Sin embargo, hay esperanza. Investigaciones recientes están explorando el uso de receptores muscarínicos como alternativa para mejorar el tratamiento. Y, aunque la esquizofrenia sigue siendo una enfermedad compleja, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que al menos un tercio de las personas afectadas pueden llegar a experimentar una remisión total de los síntomas. A pesar de esto, la mayoría de los pacientes en el mundo no reciben la atención adecuada.
La UNAM enfatiza la importancia de cambiar la percepción social de la esquizofrenia: no se trata de una condena al aislamiento ni a la incapacidad de llevar una vida significativa. La clave está en la investigación, en la accesibilidad a tratamientos efectivos y en la eliminación de estigmas. Porque, con el apoyo adecuado, las personas con esquizofrenia pueden no solo vivir, sino también encontrar su lugar en la sociedad.
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