En Veracruz, las festividades navideñas son más que luces y regalos: son una mezcla de fe, música y tradición que comienza desde el 28 de octubre con los rosarios a la Virgen de Guadalupe y culmina el 2 de febrero con el Día de la Candelaria. Dos de las costumbres más representativas del estado son La Rama y El Viejo, celebraciones que reflejan la riqueza cultural de la región.
La Rama: el espíritu festivo del Sotavento
Originada en la región del Sotavento, La Rama es una tradición que llena las calles de música y color. Aunque su fecha exacta de nacimiento es incierta, se sabe que llegó a la ciudad de Veracruz a principios del siglo XX, adaptándose como un festejo comunitario.
La tradición consiste en adornar una rama —de chalia, maguey o almendro, según la localidad— con cadenas de papel de china, globos, cáscaras de naranja, velas y escarcha. Las personas, principalmente niños y jóvenes, recorren las calles cantando versos en décima al ritmo de sonajas, panderos y guitarras, pidiendo aguinaldos en forma de dulces o dinero.
Aunque algunos la celebran erróneamente desde el 24 de diciembre, según el historiador Ricardo Cañas Montalvo, la fecha correcta para cantarla va del 25 de diciembre al 6 de enero. En el pasado, La Rama no era un recorrido callejero, sino un compromiso entre vecinos para realizar reuniones que incluían fandangos y platillos tradicionales.
El Viejo: una protesta que se convirtió en tradición
El Viejo, por su parte, tiene un origen ligado al puerto de Veracruz en 1875. Surgió como una forma de protesta laboral de los trabajadores portuarios, quienes pedían un aguinaldo por sus labores del año. Desde entonces, esta tradición se ha expandido por todo el estado y se celebra el 31 de diciembre.
La costumbre consiste en que una persona se vista de anciano con ropa desgastada, sombrero, bastón y chal, recorriendo las calles al ritmo de congas mientras recita:
"Una limosna para este pobre viejo,que ha dejado hijos,para el año nuevo."
En la noche, los jarochos elaboran figuras de El Viejo rellenándolas con materiales como aserrín o papel, para posteriormente quemarlas como un símbolo de despedida al año que termina y de purificación para el año nuevo.
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