Luto Nacional por los hallazgos en el campo de exterminio en Jalisco
- dalmoneso28
- 16 mar
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La Plaza de la Constitución, en el corazón de la Ciudad de México, fue el escenario de un clamor colectivo la tarde del 15 de marzo de 2025. Cientos de personas se reunieron en una vigilia marcada por el dolor, la indignación y la exigencia de justicia tras los recientes hallazgos en Teuchitlán, Jalisco. Entre veladoras encendidas, zapatos alineados sobre el pavimento y carteles de búsqueda con rostros que han quedado atrapados en el limbo de la incertidumbre, se escucharon consignas que retumbaban en el aire: “¿Ahora sí nos ve, presidenta?”.

Pero la capital no fue el único punto de luto. A más de 1,500 kilómetros de distancia, en Hermosillo, Sonora, la plaza Emiliana de Zubeldía se convirtió en un espacio de memoria y exigencia. Allí, madres, hermanas, esposos, hijos y amigos colocaron sus propias velas y zapatos, pero también sumaron carteles con nombres y fechas que reflejan una tragedia extendida más allá de Jalisco. La líder del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, Ceci Flores, fue contundente al recordar que en su estado los hallazgos de restos calcinados y “carboneras” son frecuentes, aunque rara vez generan la misma atención mediática. “Cuando hacemos un hallazgo se vuelve noticia, como en el caso de Jalisco, pero una semana más y todo se queda tranquilo, la investigación queda en carpetazo”, lamentó en entrevista con Proceso.
En Colima, la historia no fue diferente. La Red Desaparecidos en Colima A.C. tomó la palabra para recordar que en su estado también se han encontrado campos de exterminio y centenares de fosas clandestinas. “Vivimos en un Colima gobernado por la delincuencia, en un México bañado de sangre, en un país donde estas situaciones son el pan de cada día”, expresó Blanca Ramírez, una de sus integrantes, al medio El Comentario.
El epicentro de esta crisis de horror se encuentra en el rancho Izaguirre, en Jalisco, donde la reciente localización de un campo de adiestramiento y presuntos crematorios clandestinos ha reabierto una herida que nunca ha cicatrizado. El hallazgo no solo conmocionó a la entidad, sino que se convirtió en un reflejo de la realidad que atraviesan múltiples estados del país, donde la desaparición forzada y la violencia siguen marcando la vida de miles de familias.
Las vigilias, los zapatos vacíos, las velas que iluminan la noche y las pancartas con rostros que piden regresar a casa son un recordatorio de que detrás de cada estadística hay una historia, un nombre, una familia rota. La pregunta que sigue sin respuesta es la misma de siempre: ¿hasta cuándo?
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